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Empezó en forma de sueños inquietantes y luces antinaturales en el cielo. Los nervios se crisparon, familias se fracturaron y los gobernantes se volvieron iracundos mientras que sus súbditos se dejaban llevar por las distracciones y los chismorreos. Había algo en el ambiente, decían; alguna maldición que amenazaba con convertir la inquietud en pavor. Pesadillas vivientes se esparcían por todas las tierras, prometiendo un rostro cadavérico o un terror de ultratumba. Los comerciantes y exploradores traían lúgubres recuentos a través de los Realmagtes, sólo para descubrir que la gente del otro lado tenía sus propios relatos perturbadores que contar. Este periodo pasó a ser conocido como la Época de las Tribulaciones, un nombre más que apropiado.