Atronando con un zumbido monótono de enfermedad y putrefacción, el gigantesco Plague Furnace se balancea inexorablemente adelante y atrás. De su interior emanan asfixiantes nubes de miasma que cubren la tierra con un vil manto de niebla, repelente, pútrida y penetrante. El Plague Priest que lleva el Plague Furnace a la guerra esparce sus mefíticas bendiciones a su inmunda parroquia.
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