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Una figura pavorosa proyecta su sombra sobre el campo de batalla, un gigante esquelético enfundado en una armadura ósea que empuña un báculo con un cráneo en la punta que proyecta un brillo enfermizo sobre el terreno. Una nube de espíritus aullantes revolotea alrededor de esta figura de pesadilla. El avatar de la muerte en vida hace un gesto con una mano descarnada, y el suelo a sus pies se abre a medida que hordas de esqueletos surgen de tumbas poco profundas, cayendo sobre los enemigos de su nuevo amo con acero herrumbroso en mano. Nagash, el Gran Nigromante, supervisa la matanza con fría aprobación. Cuando sus enemigos son hechos pedazos, vuelven a levantarse, masacrando a aquellos junto a quienes luchaban hace unos instantes. Esa es la voluntad de Nagash, y el destino que quiere imponer a todos los seres vivos.