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Junith Eruita se lanza a la batalla envuelta en fuego sagrado, blandiendo en alto la Maza de Castigo. Dentro del El púlpito de la Basílica de San Holline, cruza el campo de batalla sobre el oleaje de energía sagrada. Las pesadas llamas del púlpito giran aparentemente por voluntad propia, buscando a los herejes y los infieles, a quienes inmolan sin piedad. A medida que las piras arden más y más alto, la voz de la Canoness Superior resuena sobre su furioso crepitar, todas sus palabras son tan diáfanas como las campanadas de Ofelia VII. No importa cuán superadas en número, cuán vencidas y ensangrentadas puedan estar, toda sierva leal al Imperium que atiende sus palabras siente que el fuego de la fe prenden de nuevo en su interior. Retoman la lucha con una oración en los labios y el odio justo en la mirada. Este es el mayor don que obtuvo Eruita por parte del Emperador, esta llama eterna de creencia ciega salta sobre quienes la rodean como si sus almas fueran leña seca y sus palabras ardiente tizón. En este infierno de la fe se han quemado innumerables herejes, brujas y alienígenas, y con su calor se han forjado múltiples victorias imperiales.