Mientras profiere un brutal rugido que hiela la sangre, el Exalted Deathbringer ensarta enemigos en su gran lanza y los levanta del suelo con un solo tirón. El peso de la víctima la clava más profundamente en el arma, y sus propias convulsiones aumentan el daño que causa la hoja. Pronto (aunque no tan rápido como la víctima desearía), perecerán y se convertirán en otro trofeo más de la gran colección del Exalted Deathbringer.
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